viernes, 12 de octubre de 2007

Épica del estadio

Crónica publicada el día 12/10/2007 en el Diario del Alto Aragón

Héroes del Silencio reavivaron la nostalgia en La Romareda

LUIS LLES. Zaragoza.- Vivimos una época de retornos. Son muchos los grupos que, en vistas de las jugosas ganancias que se obtienen con la explotación de la nostalgia, deciden volver a reunirse. Los casos son numerosos: de The Who a The Police, pasando por los Sex Pistols o, por supuesto, los Héroes del Silencio, que llegaban el miércoles a Zaragoza en su gira de regreso, tras el descomunal éxito obtenido en la rama latinoamericana de su tour. En total, cuando hayan acabado esta gira, más de 400.000 personas habrán visto su esperada resurrección. En la Romareda, el primero de sus dos días zaragozanos, fueron cerca de 40.000 almas las que se acercaron para disfrutar de ese casi religioso reencuentro con los Héroes. El público, en algunos casos llegado de México, Alemania y otras partes del mundo siguiendo todo el itinerario de la gira, no cesó de jalear en ningún momento del concierto al grupo: “¡Héroes!, ¡Héroes!, ¡Héroes!”. Y, desde luego, no se puede negar que los Héroes del Silencio son el mayor icono rockero que ha producido este país en toda su historia, ni que Enrique Bunbury es lo más parecido a una rock star que hay en España. Exultante, con un look a caballo entre Jim Morrison y Marc Bolan, Bunbury se dirigió constantemente al público como si éste fuera hispano, o mexicano directamente, y sacó a relucir todo su carisma y todo ese conocido histrión que a veces le acerca más a Raphael o a los cantantes de jotas que a las estrellas del rock. El propio Bunbury lo confirmó, animando al personal a sacar, “ese jotero que todo zaragozano lleva dentro” (sic).

Por lo demás, nada que objetar a su concepción del show, exquisitamente profesional, con un lujo de pantallas y un derroche visual que a veces hacía pensar al público que estaba ante los U2 de la mítica gira “Zoo TV”. Pero no acaban allí las comparaciones (o plagios) con otras estrellas del rock de estadios, como U2 o los Rolling Stones, porque los Héroes del Silencio también desplegaron su pasarela en medio del campo de la Romareda, para que Bunbury pudiera corretear de un lado a otro y para poder interpretar algunas de sus canciones en medio del estadio, como hacen las grandes estrellas internacionales del rock. Y los Héroes, desde luego, no iban a ser menos. El despliegue de medios fue realmente espectacular. Uno de los mejores atributos de Bunbury es su entusiasta melomanía (algo que, paradójicamente, no se suele dar entre los músicos), lo que hizo que incluso las canciones que sonaron por los altavoces antes y después de su actuación estuvieran seleccionadas meticulosamente. Al inicio sonó el delicado “Song to the siren” en la versión de This Mortal Coil, y al final sonó el enorme “Like a rolling stone” de Bob Dylan.

Muy bien respaldado por las guitarras de los hermanos Juan y Gonzalo Valdivia, la batería de Pedro Andreu y el bajo de Joaquín Cardiel, Bunbury ejerció de estrella absoluta durante toda la actuación y lideró una banda que sonó excepcionalmente bien en todo momento. La actuación comenzó con el tema “El estanque”, y después fueron desgranando otros como “Mar adentro”, “La carta”, “Sirena varada” o “Agosto”, ante el delirio de sus numerosos fans, entre los que no faltaron ni siquiera Juan Alberto Belloch, alcalde de Zaragoza, acompañado de su mujer, Mari Cruz Soriano, o La Maña, encargada de leer este año el pregón de las fiestas del Pilar. Un poco más tarde, llegó uno de los mejore momentos de la noche, cuando Bunbury y los suyos se dirigieron hacia el centro del escenario para, en un formato más íntimo, encadenar canciones como “La herida”, su versión de “Apuesta por el rock & roll” de Más Birras, “Héroe de leyenda” o “Flor venenosa”, que aunque Bunbury dijera que es la canción suya que más odia su madre, es sin duda una de sus más inspiradas composiciones. Y tras la calma, volvió de nuevo la tempestad y, con el grupo de nuevo en el escenario principal, se desató la catarsis de los fans, cuando fueron sonando “Entre dos tierras”, “Iberia sumergida”, “Maldito duende”, “Avalancha” y todas esas canciones que les han acercado siempre a ese rock épico del que tanto han bebido, el de The Mission, U2, Fields of The Nephillim y demás grupos de los ochenta. Y así fue como, poco a poco, el concierto se fue acercando al final, con dos bises más bien mortecinos y pelín aburridos, que aplacaron los ánimos del público (a esas alturas el frío empezaba a hacer mella), y de los que solo se salvó la vibrante interpretación de “La chispa adecuada”, envuelta en unos extraordinarios efectos de polvos mágicos. El final, con fuegos artificiales incluidos, estuvo a la altura de un concierto que sirvió para volver a entronizar a estos pródigos “héroes de leyenda”, que esta noche volverán a repetir la hazaña en La Romareda.

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